¡Que hablen! Por Gema García

¡Que hablen!

No llego a comprender por qué a Risto le ha causado tanto malestar y se le han generado  tantas cuestiones por el hecho de que un presunto asesino llevara una gorra de una conocida  marca y saliera por televisión, pero le voy a dar una vueltita, para intentar entenderlo. 

Está claro que la marca no tiene culpa ninguna de estar sobre la cabeza de un presunto  asesino, como tampoco tiene ningún derecho —bajo mi parecer— a quitarle la gorra. Es un producto a la venta, al alcance de casi cualquier persona y aquí creo que me acerco al foco del  malestar de nuestro autor. Y yo me pregunto: ¿Qué valores representa esta marca? ¿Quién  puede llevarla? ¿Qué estatus deben de tener esas cabezas? ¿Qué posición social? ¿Ser  blancas y adineradas, triunfadoras, cool, elegantes, educadas, formadas, inteligentes? ¿Exclusivas? ¿Alguien como tú, consumidor de esta marca?

Y este malestar obliga al autor a salir a limpiar la imagen de Adidas y Puma como si  necesitaran su intervención. Estos dos emporios precisan del apoyo de su pluma para que no  decaigan sus ventas, que no son pocas, para animar a sus consumidores a seguir gastándose una pasta en tres rayas en sus gorras o lucir —la verdad es que es muy bonito— su puma en sus pecheras. Porque estas imágenes en televisión podrían dañar la imagen de las marcas y, por lo tanto, enormemente sus arcas, algo que Risto tampoco puede entender: que los medios de comunicación sufragados por ellas permitan esta nefasta publicidad. Pero publicidad, al fin y  al cabo, ¿no? ¿Cómo es esa frase? Que hablen de mí, aunque sea mal, ¡que hablen!

Sin querer entrar en más jardines, como el de los niños que cosen esas rayas que luego tú pagas sosteniendo esa esclavitud laboral (sería otro temazo pero no voy a entrar), sólo  decirte, Risto —aunque te joda— que las chonis, macarras, las pobres, barriobajeras, incluso las  presuntas asesinas, también nos ponemos las rayas y el puma. Si podemos, mejor lo robamos  en el Corte Inglés o compramos la imitación o de segunda mano cuando la señora  burguesa ha decidido donarlo ya aburrida de esa prenda que, por cierto, está nueva. Nosotras  la reciclamos y nos apropiamos de esos valores que van intrínsecos a la marca.