MICROS DE CULTURA CIENTÍFICA

En esta ocasión es Claudia Banegas quien nos cuenta una historia. Izan cumplió su objetivo. Ahora Izan corre en las memorias de las  personas que le acompañaron.

Claudia Banegas

Camino al infinito

Es el sueño de su vida y está a punto de cumplirse, siente que se le escapa la adrenalina por cada poro de su piel y cómo el sudor recorre cada trozo de su cuerpo.

Y es que Izan lleva todo un recorrido de esfuerzo y sufrimiento entrenándose como atleta, yendo cada día de la semana tres horas diarias a la pista municipal de atletismo de Bilbao, llenándose de naranja los zapatos debido al tartán del suelo, sacrificando muchos sábados noche por estar fresco el domingo siguiente en cada carrera.

Empezó desde muy pequeño a correr y sus padres enseguida notaron que esa iba a ser su vocación. Le apuntaron al Club Atletismo Bilbao a los cinco años y hasta los veinticinco que tiene ahora no ha hecho otra cosa más que correr.

Lo usaba como válvula de escape para los problemas y también cuando más feliz se sentía. No había nada en el mundo que le hiciera faltar a ningún entrenamiento, ni siquiera su novia Alma.

Hace tiempo que dejó atrás las competiciones provinciales, ahora busca emociones y objetivos más fuertes, como la prueba a la que se está enfrentando ahora, la famosísima maratón de Lisboa.

Se encuentra en la última recta del largo recorrido que lleva detrás, se dice a sí mismo que puede acabarla, que sólo le quedan unos pocos metros y que está a muy poco de conseguir lo que más ha deseado en su vida. Ve el orgullo personificado cuando se fija en su novia que se encuentra animándole detrás de la valla, siente cómo le queman las piernas y un fuerte dolor en el pecho que él mismo atribuye a la emoción tan grande que siente, le dura unos minutos y más tarde puede notar cómo ese dolor se desplaza hacia el hombro izquierdo y su mandíbula sin aún así desaparecer del pecho. No le presta mucha atención porque está convencidísimo de que tiene que llegar a la meta, aunque sea lo último que haga.

Empieza a tener dificultades respiratorias y poco a poco se le van obstruyendo la parte interna de las arterias por el depósito de lípidos, nota cómo cada vez que inspira se le forman más coágulos que le taponan los vasos sanguíneos, pero él sigue corriendo, hasta que experimenta un mareo fuertísimo y cae desplomado al suelo justo sobre la cinta que indica la llegada a la meta y que se rompe tras ser abatida por el peso del chico. Izan yace en el suelo dando sus últimas bocanadas de aire y con la satisfacción de haber hecho realidad su gran sueño, pero a la vez su mayor pesadilla al estar a punto de morir sufriendo un grandísimo agudo de miocardio que terminará con todos sus planes de futuro, de vida, de sueños y con mi cuento.