Propuesta: elige uno de los dos

¿Qué os propongo?

  • Determina el tema.
  • Sintetiza el contenido del texto en 5 líneas.
  • Explica las funciones del lenguaje que se dan en el texto.
  • Desarrolla una argumentación personal y subjetiva a partir del tema en torno al que gira el texto.
  • Aunque lo veamos en la próxima unidad (unidad 3), ¿te animas a clasificarlo?

PROPUESTA 1:

LA ORTOGRAFÍA ES EL TERMÓMETRO 

Quien tiene un problema de ortografía no sufre solamente ese problema. Los errores con la puntuación o las letras van siempre asociados a una deficiente expresión sintáctica y a un vocabulario pobre. La ortografía es el mercurio que sirve para señalar la fiebre. Se podrán abolir las haches y las tildes, como propuso García Márquez, pero no por romper el termómetro bajará la temperatura

Las personas acostumbradas a leer buenos libros y buenos periódicos no suelen cometer faltas cuando escriben, porque su memoria inconsciente ha ido almacenando las palabras exactas y ha deducido las relaciones gramaticales que mantienen entre . Y cuando las necesiten para expresar una idea, brotarán casi 

sin esfuerzo

Frente a eso, las faltas involuntarias afloran en quienes no quisieron o no pudieron recibir una enseñanza de calidad y no han enriquecido luego su pensamiento con las cuidadas lecturas que conducen siempre a cuidadas reflexiones… 

Hoy en día salimos a la plaza pública más con la palabra escrita que con la expresión oral. Redactamos mensajes de WhatsApp, de correo, escribimos en TwitterY paseamos por esa calle de multitudes vestidos solamente con nuestra ortografía y nuestra sintaxis. Así nos mostramos a los demás, que se formarán una opinión al respecto del mismo modo que se establece una impresión general ante quien lleva siempre lamparones en el traje

En definitiva, la ortografía es sobre todo un indicio. Se supone que quien escribe con corrección ha leído y ha incorporado a su pensamiento una estructura gramatical que le permite ordenar mejor las ideas y analizar con más competencia tanto lo que oye como lo que piensa. La buena ortografía ayuda además a relacionar unos vocablos con otros (y también a distinguir unos conceptos de otros).

Por el contrario, cabe suponer que quien comete faltas de ortografía no dispone de esas herramientas; que tal vez disfrute así de menor capacidad para la argumentación y la seducción, y que probablemente sea, por todo ello, una persona más manipulable

Álex Grijelmo, El País

PROPUESTA 2:

…Que el mundo se va a acabar

Algunas palabras o expresiones circulan a hurtadillas, porque se consideran soeces o poco elegantes. Hallamos abundantes ejemplos en los términos vulgares de connotación sexual, que solamente se usan con toma de conciencia previa acerca del auditorio que cada cual tenga.

Así, sería chocante que una actriz dijera en una rueda de prensa: “A mi novio me lo tiré por primera vez al terminar un rodaje”. Tampoco una nota policial informaría de que una persona robó a otra “tras habérsela cepillado”; o “tras haberle echado un kiki” (del inglés quickie: “rapidito”; o sea, aquí te pillo aquí te mato. En ese caso, aquí te pillo aquí te robo).

A veces esas expresiones circulan tanto que comienzan a salir de los ámbitos confianzudos; a continuación algunas personas relevantes las usan en público, y a partir de ahí se escapan de los círculos populares para pasar incluso a la lengua cultivada. Eso parece estar sucediendo con el verbo “follar”. El banco de datos académico nos muestra 0,42 casos por millón de palabras en el siglo XVIII, 0,70 en el XIX y 5,06 en el XXI. No sé si su práctica real habrá aumentado tanto. Pero quizás la consagración estelar del verbo ocurrió en la gala de los premios Goya, el 11 de febrero. En ella, el actor Telmo Irre-ta dijo refiriéndose a las personas con alguna discapacidad: “Nosotros también follamos”. No eligió “echamos polvos”, o “chingamos”, o “jodemos”. ¿Por A169 Tal son parane «follar” se ha constituido va en sos por millón de palabras en el siglo A VI, 0,0 en el XIX y 5,06 en el XXI. No sé si su práctica real habrá aumentado tanto. Pero quizás la consagración estelar del verbo ocurrió en la gala de los premios Goya, el 11 de febrero. En ella, el actor Telmo Irureta dijo refiriéndose a las personas con alguna discapacidad: “Nosotros también follamos”. No eligió “echamos polvos”, o “chingamos”, o “jodemos”. ;Por qué? Tal vez porque “follar” se ha constituido ya en el menos clandestino de los vocablos sospechosos que refieren esa acción.

Ese verbo ha sido impreso en numerosas ocasiones en EL PAÍS, pero en los entrecomillados. Por ejemplo, en octubre de 2022 al reproducirse se ha constilas palabras que el periodista Jesús Quintero había enviado a el menos sus amigos poco antes de morir: “Hay que leer más putos libros, no de los vivir sin miedo y follar más”. O al recogerse unas frases de la directora teatral Carme Portaceli, cuando hablaba que refieren del personaje de Emma Bovary: “Lo ha intentado todo para ser feliz: ir de compras y follar”.

Pero de pronto ese verbo ha ascendido un peldaño. Ya no se trata de citas textuales sino de su uso con toda naturalidad en tres artículos recientes de este diario. El 11 de noviembre y el 10 de marzo pasados, con la firma de Najat el Hachmi: “Nadie tendría que follar si no lo desea”. “Lo que nos toca aquí es analizar por qué las mujeres preferimos follar con otro ser humano que masturbarnos con un objeto a batería”. Y el 4 de abril, por la investigadora Amanda Mauri (escribía tres veces “follar”, y reproducía dos “follamos”, además de “infollabilidad” y “follabilidad*).

Me dio la impresión de que esos ejemplos (y otros habrá que se me escapan) aportan un indicio sobre el paso de ese verbo en España desde lo sórdido a lo sonoro. Y de que tal tránsito implicará cierta derivada, porque quizás arrincone a los anglicismos “hacer el amor” (que antes significó “galantear” o “cortejar”) y “tener sexo” (salvo accidente natural o fisi-co, todo el mundo lo tiene de nacimiento). También puede sustituir con ventaja al polisémico “acostarse” v a expresiones hoy cursis como “practicar el coito”, “coitar” o “copular”; y a las más arcaicas “ayuntarse” o “fornicar”; así como a otras soeces que rio mencionaremos en este tramo horario.

“Follar” viene de “fuelle”. La asociación acústica entre ambas ideas producía antes a los oídos sensibles cierto incomodo, hoy superado. Sin embargo, quizás ahora “follar” se relacione más con “follaje”, ese lecho de hojas que desde lejos se antoja tan apetecible.

Alex Grijelmo, 2023



 

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