La brecha digital existe y afecta, en el peor de los casos a entre el 12% y el 15% de la población escolar. Sin embargo no es sino la manifestación de otra brecha a la que no puede enmascarar: la socio-económica. De la misma manera que no todas las familias tienen el mismo nivel de acceso o de competencia con los dispositivos o la conectividad, tampoco sus recursos o su situación sea económica sea cultural, les permiten disponer de material escolar fungible, de libros para leer en casa o de juegos infantiles.
Habitualmente, la escuela es un ecosistema compensador de esas desigualdades y proporciona, bien directamente bien mediante ayudas administrativas, los recursos necesarios para contribuir a paliar esas desigualdades; que en la situación actual las escuelas tengan las puertas cerradas no quiere decir que se haya clausurado también su vocación inclusiva y desde los centros educativos se desarrollan iniciativas para incluir desde la equidad.