Historias de amor diferentes

Este curso os proponemos que escribáis historias de amor diferentes para publicar en O choben o colgar por los pasillos.

¿Te atreves a escribir una historia de amor diferente?

Aquí os dejo algunos ejemplos:

Manecillas enamoradas

David Moreno

La manecilla de las horas y el minutero, mantenían una historia de amor: al llegar la medianoche se rozaban, se contaban y hasta besaban. Fieles a la cita llevaban años de puntualidad exquisita.
Llegó una vez en la que algo debió ocurrir al minutero, su manecilla enamorada le esperaba y éste no acudió a la cita. Ella pensaba:“¿le habrá ocurrido algo malo? ¿Me habrá dejado por otra manecilla?”En realidad, desconocía que había ideado un sistema para quedar bloqueados en la hora en punto. Sería el método perfecto para paralizar el tiempo y dar rienda suelta a su pasión.
¡Pero la desdicha quiso que quedara anclado en las once y media!
La manecilla de las horas de tanto esperar, enloqueció y comenzó a girar a un ritmo vertiginoso. Y desde entonces, los días duran horas y las horas, minutos y ¡esto no hay quien lo pare!

 

Amor Cronometrado

Antonio Fernández

Las ocho menos cinco y todavía voy en el ascensor. Es lo único que pienso mientras miro impaciente el reloj y espero a que la voz mecánica de cada mañana me diga que estoy en mi planta. A paso acelerado, marcado por los latidos del corazón, me dirijo a la mesa, suelto el abrigo y me siento. Mientras conecto el ordenador repaso mentalmente lo que voy a decir. Esta vez sí. Nada puede salir mal.Tomaré aire y en cuanto se abra la puerta lo haré. Pondré mi mejor sonrisa y tras ellas soltaré una de las frases que han ensayado tantas veces. Como cada mañana a las ocho en punto, el tiempo se detiene, mi corazón se para cuando se abre la puerta y entra. Como de un sueño despierto viendo que mi oportunidad ha vuelto a pasar frente a mí. Tantas cosas que contar, tantos sentimientos que expresar… Mañana vendré  a las ocho menos diez.

 

Una eternidad en segundos

Antonio Loste

Esperaba en el canto de la acera a que el semáforo se pusiera verde. Su mirada rastreó, entre el trajín de los coches, la acera de enfrente. Unos cuantos peatones, impacientes, contenían su afán de cruzar la calle, pero el runrún de los motores los mantenía quietos. Sus ojos la vieron: magnifica, joven, airosa, pelo castaño, ojos grandes, quizás verdes.Se miraron y ella sonrió. De repente saltó decidida a la calzada sin percibir que un potente coche enfilaba la calle. Sin pensarlo, dispuesto a evitar la catástrofe, él corrió hacia ella y la cogió por los hombres. El chirriar de los frenos anunció la proximidad del coche que arrolló a la pareja. Quedaron abrazados sobre el asfalto. Sus rostros, sin vida, sonreían. Hacía veinte segundos que se amaban. Tenían toda la eternidad para ellos