Por Pilar Martínez Frutos
El año pasado Violeta Escudero, antigua compañera del departamento de Filosofía, me pasó unos materiales estupendos sobre una actividad de debate. Quedé tan encantada con ella que cada vez que tenía ocasión lanzaba la propuesta a mis compañeros, y empecé a ponerla en práctica. Este año, no sé si por azar o por mi insistencia, Rosi Paúl me comunicó que iba a hacer un debate en su clase y que estaba invitada… Nació así una idea de colaboración con el departamento de Ciencias Naturales, y con ilusión, esperanza, ganas y miedos… el pasado 20 de diciembre nos juntamos en el salón de actos más de cien personas. Gracias a todos los que lo hicieron posible: a Rosi Paúl, a Carlos Ruiz, a Mar Laín y a Ricardo Constante, a los profesores de segundo y primero de bachillerato que permitieron la participación, al equipo técnico y de apoyo, a Eduardo Martín y a Lola Lacambra, al equipo directivo y también a todos aquellos que sin darnos cuenta posibilitaron una actividad como aquella.
Entendemos el debate como diálogo, se considere este una búsqueda cooperativa de la verdad, o bien un ejercicio de manipulación. Sea como fuere, es un proceso que requiere una investigación, una selección y una discriminación de la información encontrada, una reflexión sobre la misma y una exposición ordenada de razones, sustentadas por datos o estudios, que apoyen la tesis defendida. Y también, si ha de haber diálogo, necesita no sólo que se defienda la postura propia, sino que se refute la que se entiende como contraria. Esto es lo que pedimos a vuestros compañeros, así como la participación activa de todos ellos. Como podéis ver, hubo mucho trabajo detrás de la actividad: por ello mi gratitud a los diez alumnos que subieron al estrado.
Sin embargo no fueron solo estos diez alumnos los que desde el principio participaron en el debate. Nos costó mucho tiempo realizarlo y hacer semifinales; así que gracias también a todos los alumnos de primero de bachillerato que no subieron al escenario, pero que fueron parte imprescindible de la actividad.
Nos llevó más de un mes realizar debates y seleccionar a los alumnos y no quiero despedir esta crónica sin reseñar por qué estuvieron unos ante el atril y no otros. Sin duda fueron buenos, pero también los que no resultaron elegidos. Quiero explicar los criterios que se emplearon. Lo que determinó la selección no fue ser bueno o malo, sino sobre todo la creación de grupos equilibrados de debate, que hubiera representantes de todos los grupos de primero de bachillerato, que quisieran participar en la gran final y que hubiera mezcla, dentro del mismo grupo, de las diferentes posturas que se debatieron en las aulas.
Asimismo algo impidió que otros alumnos estuvieran allá arriba: el exceso de pasión; aunque estoy absolutamente de acuerdo con esa virtud como motor y fuerza de empuje y hasta como forma de vida, consideré que en un ejercicio formal de oratoria esta no tiene mucha cabida. Pido disculpas a todos aquellos que no fueron seleccionados por este motivo y os animo a que no perdáis la pasión, pero que la doméis y que aprendáis a controlarla y a orientarla: no en todos los contextos valen las mismas cosas.
Me despido ya con dos apuntes. El primero, es que fue muy satisfactorio para mí ver que algunos sufrieron una especie de síndrome de Estocolmo conceptual, pues, siendo contrarios a la postura que les había tocado defender, terminasteis, si no apoyándola, sí, al menos, dudando y atisbando cierta verosimilitud en ella. Me satisface esto porque el objetivo primordial de la filosofía se alcanzó, ya que casi sin darse cuenta dejaron de ser dogmáticos para empezar a ser críticos y eso, señores, en estos días, es un valor en alza. Por otro lado, y como segunda nota, me satisface también que, en una época en que todo parece reducirse a lo útil, a lo práctico, al número y a la tecnología, nuestros compañeros de Ciencias Naturales se prestaran a colaborar en el debate. Esto indica que nos vemos como aliados y no como enemigos, y así cabe la esperanza de que en un pequeño lugar del mundo conjuremos a los malos hados procurando, como buenos docentes, mantener un poco de perspectiva y cordura.
Os invitamos a seguir con este ejercicio. Espero que se entienda que no se trata simplemente de pasar el tiempo o de saltarse algunas clases, sino de hacer de nosotros personas más racionales, más humanas, más lógicas. El logos, en su sentido más amplio, no debe desaparecer.
Pilar Martínez Frutos es Jefa del departamento de Filosofía en el IES Domingo Miral