ZOEL ÚBEDA 1º ESO B
Menudo aburrimiento de degustación. Mi boca no detectaba sensación alguna. Era como si mi gusto hubiese desaparecido tras el creciente y oscuro abismo de una noche fría y larga, como si, tras una tormenta, las puertas hacia el mundo de la insalivación y la degustación que albergaba mi boca se hubiese cerrado por siempre jamás.
Mi lengua estaba sumida en un profundo sueño del que no pensé que pudiera regresar.
Mi vida había llegado al día del Juicio Final, donde las campanas exhalarían su último aliento con un trágico ¡clon! Y los cuernos del fin de los días gritarían por última vez.
Pero antes de que me arrastrase aquella terrorífica oscuridad, una figura con delantal me devolvió al mundo:
– Mamá, ¡los cereales son repugnantes!, están secos como un desierto y no importa cuánto los masques se me hace una bola en la boca.
– Jo mío, estos son los cereales – dijo mi madre levantando la caja de los cereales de verdad- No sé qué estás comiendo.
Resultó ser que me había servido a las 7:00 de la mañana otra cosa: ¡el, el, el pienso del perro!. En la caja ponía “Pienso nutricional para perros adultos”. Obviamente, ni era perro, ni era adulto. Me dije a mí mismo con un suspiro: ¡tengo que dormir más!.