Sirena

Ya tenemos los microrrelatos sugeridos por el cuadro, que, por ahora, llamaremos Sirena. Como podéis comprobar, entre los autores se incluyen tanto alumnos como profesores.

La isla maldita

Marc y Meison son unos grandes amigos que decidieron iniciar un largo viaje hacia unas islas.

Fueron sorprendidos por un gran tormenta cuando, de pronto, Meison de lejos ve una gran isla y comienza a acercarse. Marc se da cuenta de que una ola está a punto de embestirlos. En el último momento algo parecido a un pez les salva la vida.

Cuando llegan a tierra firme Marc advierte que ese “pez” era una sirena y que estaba gravemente herida. La coge en brazos e intentan encontrar un refugio. Meison localiza una cueva y avisa a Marc de que se dirija hacia allí. Al llegar Marc le cura la herida y se fija en que es muy guapa, la tapa con una manta y se va a dormir.

A la mañana siguiente la sirena no estaba. Marc le pregunta a Meison si la ha visto salir pero éste no se había dado cuenta. Fuera de la cueva ve a una hermosa mujer cogiendo comida. Ella lo mira y se asusta. Él le pregunta:

-¿Estás bien?, ¿te pasa algo?

Se escuchó un largo silencio.

Ella le dice:

-Tengo una maldición, por favor, ayúdame.

Marc  le pregunta:

-¿Qué clase de maldición?

– No puedo salir de aquí-, respondió ella.

Marc queda impactado al escuchar eso. Al estar tan enamorado responde:

-Pues me quedaré aquí, contigo.

Ella se sonroja. Cuando están a punto de besarse aparece Meison.

-Marc, es hora de irnos. He arreglado nuestra barca.

-Lo siento, Meison, pero he decidido quedarme-, afirma Marc.

-Suponía que dirías eso,  ya que estas tan enamorado… Así…que me quedaré yo también contigo.

Autor: Kiro

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 Lo que el mar se llevó

Era un día cualquiera en el puerto de Llanes. Estábamos listos para zarpar. Ya lejos de la costa, lanzamos nuestras redes. Un cuarto de hora más tarde, la tormenta nos pilló por sorpresa. El capitán, angustiado, rezó para que no nos hundiéramos.

La tormenta arreció y el capitán dio la orden de abandonar el barco. Los marineros remaban con todas sus fuerzas para escapar de ese infierno pero un golpe de mar hizo que la nave volcara y el mástil cayó sobre uno de los dos botes. Al final, los únicos supervivientes fueron arrastrados violentamente hacia una isla desierta.

Moribundos y extenuados, divisaron a lo lejos a una dama. El capitán cogió fuerzas de donde no tenía y fue a socorrerla. Cuando la cogió en brazos se dio cuenta de que era una sirena.

Autor: Samuel Sánchez Izaguirre – 1ºESO C

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La sirena varada

    Mientras ella se iba de este mundo entre las olas, yo sollozaba triste. Mis lágrimas recorrían su preciosa cara pálida antes de que cayeran al mar donde no serían más que una gota entre un millón. Pero esto no era ningún cuento de hadas donde las lágrimas del amor verdadero todo lo pueden. No, esto era la realidad, la dura realidad.

Autor: Éric Sánchez – 1ºESO C

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 Regalo de la muerte y de la vida

   En un lugar de la mancha, cuyo sitio no quiero recordar, mi amigo Adrián y yo estábamos de pesca cuando de pronto empezó la tormenta.

Intentamos regresar a la costa pero una ola enorme nos arrolló. Adrián se agarró al barco pero yo me solté. Cuando pensé que iba a morir algo apareció. Era una mujer hermosa de pelo rubio como el oro. Pero tenía algo distinto y entonces me fijé: de cintura para abajo era como un pez, era una sirena, pero estaba herida y aun así se esforzó por alcanzar la costa.

Cuando llegamos la sirena estaba muy débil, la agarré y con las fuerzas que le quedaban me dijo: ”Entiérrame, los humanos no pueden verme. Me da igual donde sea, pero… por favor…”. Y entonces murió.

Después de pensar dónde iba a enterrarla, vi un barco: era el de Adrián. Me acerqué y allí estaba inconsciente en la arena. La barca permanecía intacta, con algunas piedras a su alrededor, y se me ocurrió dónde enterrar a la sirena.

La puse en el barco, fui mar adentro, le até piedras a la cola y la tiré al mar.

Allí abajo estaría a salvo del Hombre.

Autor: S.M.

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Y el mar

   Malina era una soñadora, le gustaba mirar por la ventana de su habitación e imaginarse navegando en un gran velero por el mar.

Sus padres le habían regalado un libro llamado “Los Secretos del Mar´´.

Malina era hija única y tenía una vida llena de sonrisas y alegrías, juegos…. Todo era feliz.

De pronto todo cambió, su padre y su madre estaban constantemente hablando en cuchicheos y empezaron las explosiones.

Un día cuando llegó a casa su padre Hasan. Lloraba desconsoladamente, su madre ya no volvería más a cantarle canciones.

Hasan hablo con unos señores que les prometieron sacarles del país.

-¿Malina cariño, no querías ver el mar? Pues lo veremos.

Malina estaba triste, no quería marcharse,  no quería dejar su casa ni sus amigos.

Y sobre todo aún lloraba amargas lágrimas porque su madre ya no la acariciaría más.

Lo único que le alegraba de su tristeza:

-Veré el mar.

El cielo estaba muy gris, llovía y las olas entraban en aquel pequeño barco. Los hombres y las mujeres se apretujaban, algunos lloraban, otros gritaban.

Hasan la tenía muy fuerte agarrada, un golpe de mar y… Malina saboreó aquella agua tan salada.

La costa ya estaba cerca, las gaviotas revoloteaban el mar de tristeza, de la impotencia, de la amargura.

Malina salió en brazos de su padre, Hasan, pero ya se había convertido en sirena.

Autor: Iker González López  1º A

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El retorno de la sirena

    El negro cielo hace respirar con dificultad a la sirena empujando la barca a una roca. El hombre coge a la sirena y camina, dejando mojar sus escamas con una blanca espuma. Entonces cogió un palo y la blanca sirena, queriendo respirar, no consiguió nada. Y sus ojos azules miraron al cielo, desgarrando así la mirada de él, caminando hacia la luz. Entre los tres empujaban la barca a la orilla y a la sirena el pelo se le cayó…

Autor: Niki Juan (1º B)

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 Traicioné a mi familia

    Y por qué acabamos en esta zona, varados al amparo de las olas chocando contra las rocas. Si en nuestro trayecto surcando el bello azul no habíamos divisado signos de peligro. Mi guía, que ostentaba el cargo del timón, había sido un  magnífico capitán en todos los días que pasamos en alta mar. Incluso cuando atravesamos la tríada de las sirenas, atrayéndonos con sus mentiras, conseguimos salir ilesos. Allí es donde la encontré, la única de todas que, sin ser lo que yo esperaba, tenía algo en su interior que conseguí vislumbrar de una forma indescriptible. Ella no era igual que las demás, su mirada estaba encerrada tras una apariencia que no se merecía. Por ello decidí traerla con nosotros. No era nuestra intención allá cuando salimos de puerto, escapando de la vida que me había llevado a la inmensa oscuridad.

Autor: Gorka Guerrikagoitia

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 El barquero

« ¡Pobre criatura! ¿Qué va a ser de él? No podía dejarlo con los suyos, ¿no? ¿Qué dices? Claro que le he ayudado a traerlo. Iba si no a poder él solo, ¿de qué? ¿Cómo que podía haberme echado atrás? Sí, muy fácil es decirlo… ¿lo hubieras hecho tú? ¿No lo conoces o qué? Todo son buenas palabras, que si eres el mejor, que si he pensado que eres la persona más adecuada para ayudarme en un trabajillo un poco complicado, no mucho, no vayas a creer, que si así puedes sacarte unas perrillas extra, que si no te voy a recordar que siempre te he pagado bien… oye, que si no te interesa me lo dices y tan amigos, que ya me apañaré. Como si no estuviera aún más claro lo que calla que lo que habla, ya sabes, si no lo pillas tú, una docena están esperando. ¿Habrías pasado del tema? ¿Sí o no? Y aquí estamos con la desdichada criatura. ¿Qué para qué la quiere? ¿Que no le vale con todo lo que tiene, que parece que el dinero le cae por castigo? Pues ya ves tú. ¿Hay alguien que se conforme con lo que hay? Además, si lo hubiera conseguido trabajando duro, pero, ¿qué te voy a contar que no sepas?, el patrimonio lo hizo el viejo. Y ahora le ha dado fuerte con lo de la inmortalidad. Por lo poco que he podido entender la criatura, pobre, va ser el mayor hallazgo que han visto los tiempos, y él, sí, él, será para siempre jamás el Gran Descubridor. Pero claro, llevarlo al puerto, o a la playa siquiera, con esta mar era demasiado sencillo, tienes que ganarte el jornal, si la ve alguien y lo cuenta, o peor aún, si me la roban, no lo quiera Dios, se acabó la espectacular presentación. Hay que desembarcar aquí, donde nadie nos puede ver, ya he previsto un sitio donde tenerlo hasta que todo esté preparado… Ya, ya, pero como no me espabile, si pierdo la barca, ¡me cag… [el oleaje impide la correcta percepción de las palabras]!, en adelante en casa comeremos aire…»

Autor: Sancho Anaya

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Olas de agua, piedra y vida

 Olas rugientes de agua chocan contra las olas inmóviles de piedra oscura.

Y, en medio, tres olas de vida frágiles y misteriosamente poderosas.

El hombre es como el mar:

agitación y movimiento perenne, a veces sereno, a veces violento;

posee profundidades inmensas e inexploradas,

siempre es frontera del cielo.

El hombre también es como la tierra:

solidez de su ser que resiste, sin cambio aparente, los embates del tiempo.

Pero el hombre es más que el mar y que la tierra:

Con su pensamiento, con su voluntad, con su ingenio

navega sobre el mar del tiempo y del espacio,

descubre y se adentra, abrazándolo, en el misterio de la vida,

pues un solo pensamiento humano, un  solo acto de amor,

tiene más fuerza y valor que el mar inmenso del universo material.

Autor: Azorín

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Sola, sobre la roca

   Ya me lo advirtieron: “No salgas a la superficie sola, que es muy peligroso”. Pero no les hice caso. Y subí. Quería ver de cerca los barcos cuyas sombras se deslizaban sobre nuestras cabezas.

Me senté sobre las ásperas rocas del islote. Esperé con la mirada fija en el horizonte. No sé cuántas horas transcurrieron así. Al atardecer el cielo se oscureció como si algo hubiera succionado su luz. Y perdí el conocimiento.

Ahora me encuentro en los brazos de este hombre. No puedo abrir los ojos. Siento que mi cuerpo le pesa como si fuera de piedra. Oigo el rugir de la olas. Es la voz de los míos, que me reclaman desde el fondo, desesperados por mi ausencia.

Entre sueños oigo otra voz, a ráfagas, en la superficie. Las palabras las desordena el viento, pero las comprendo: “Ulises, el canto, las sirenas, …”.

Autor: Lindalamar

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Cambio de piel

   Llevaba varios meses viviendo en la superficie y en ningún momento pensó que regresar al paseo marítimo le iba a dar esas ganas locas de volver a zambullirse. A pesar de todo, se había acostumbrado a caminar y a saber ponerse otras pieles que no eran la suya para guarecerse del frío. Quizá fue eso… Las otras pieles le habían ayudado a no pasar frío, a pasar desapercibida por las calles, pero no eran su piel. No se sentía ella.

Nadie de su nuevo entorno se había percatado de que ella no era normal. Ella era capaz de nadar durante horas, de saber qué dirección tomar cuando las aguas estaban revueltas y siempre sabía llegar a su hogar, por muy alejado que estuviera. Sin embargo, hace ya unos meses, vio luz y le dio curiosidad salir al exterior. El calor que desprendían aquellos rayos de sol, la tranquilidad que se respiraba en aquella playa, la animaron a quedarse. Era muy diferente de lo que estaba acostumbrada y pensó que le vendría bien un cambio de aires durante un tiempo.

El primer mes fue idílico… Le encantaba ver cómo el día iba cambiando, cómo las personas se iban adaptando a las transiciones de la jornada, pero poco a poco se iba sintiendo más y más extraña. Estaba a gusto, pero no era su sitio.

Aquella mañana fue al paseo. Vio el mar, tan azul, tan calmado… El sol se vislumbraba al fondo… Un nuevo día comenzaba y era maravilloso ver aquel espectáculo de la naturaleza en soledad. No se dio cuenta de cómo se había zambullido.

Ahora solo oía el ruido ensordecedor de las olas. Sabía que alguien la transportaba… Y aunque había recuperado su piel, sabía que ya nada volvería a ser como siempre.

Autor: Dolores

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Isla de Lessismore

 ¿Qué sabemos en este áspero peñón de arpas, violines y flautas?

¿ Qué podemos saber de nereidas y tritones, de náyades de esbeltas piernas y sirenas pisciformes?

Esta noche todos los reunidos hablan de las sirenas, cada uno tiene un nombre en la memoria y algunos sollozan o ahogan su espanto con un trago ansioso y se adormecen con la música reconfortante y estridente del local.

Navego por estas islas sin fortuna y estos días de temporal y taberna me ponen a recordar…

Los nombres de las sirenas – Ligeia, Arethusa – tienen algo de la espuma y de la sal que queda en los labios. Un aire distinto. Los de las ondinas también – Loreley, Maiveral – y las aguas cantan entre las rocas, reverberando y explicando sus nombres desconocidos.

Si tienes la fortuna de oír su canto, no tapes tus sentidos, pues, si bien es cierto que te dan y te quitan, existe la posibilidad de que lo que te den sea tan profundo como para que compense con creces lo que, inexorablemente, te van a quitar.

Sólo que… teme a la fortuna si encuentras a alguna de ellas y no la ofendas, que no te sea contraria pues es entonces formidable enemigo.

Olvidado del mundo, vivo apartado, en mi interior contento, el recuerdo: ahora que sé cómo canta una sirena, oleadas de su extraña musicalidad, acuática como sus nombres, adormecen mis sentidos.

Bajo la luna, brilla el mar. Yo espero en la costa y miro…

Autor: Melusine