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25N – Caminando hacia el buen trato y la igualdad

Hace 25 cursos que doy clases y siempre he pedido el mismo ejercicio de evaluación inicial: el dibujo libre de un hombre y una mujer en una cocina. Con ello los de Plástica nos hacemos  una idea de las habilidades que, un alumnado que ha pasado por una escuela sin maestros/as especialistas en dibujo, saben hacer o no respecto a la proporción y representación del cuerpo humano, la representación del espacio, el trazo y capacidad de colorear, el gusto por los buenos acabados, etc.

Todos los años es parecido, ha cambiado muy poco, pues han aprendido solos a fuerza de copiar y equivocarse -los que en casa les han animado-, o dibujan como niños de tres años los que se frustraron enseguida y no han vuelto a dibujar en su vida.

SIEMPRE LO MISMO.

Pero en estos 25 años SÍ QUE HA CAMBIADO ALGO: los roles de hombres y mujeres han cambiado.

Hace 25 años en los dibujos de mi alumnado las mujeres fregaban, cocinaban , escobaban, limpiaban y los hombres, solían estar sentados en una mesa, con café y periódico.

Curso 2007/08

En la actualidad, mirad, hombres y mujeres están activos y comparten trabajo y delantales.

Curso 2020/21. Ambos con delantal.

Ya tocaba. Estoy muuuy contenta.

Si queréis ver el resto de imágenes de este año podéis visitar este ALBÚM

CONCURSO MICRORRELATOS VIOLENCIA DE GÉNERO

El pasado mes de noviembre tuvo lugar el “III CONCURSO DE MICRORRELATOS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO, Jóvenes con mucho que contar”, organizado por el Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales del Gobierno de Aragón, y la Fundación Piquer, con el propósito de contribuir a la eliminación de la violencia de género.

En él participó una de nuestras alumnas, Madai Trujillo, de 3º ESO B. Su microrrelato ha quedado entre los 45 mejores y ha sido seleccionado para ser publicado en un volumen recopilatorio de los mejores escritos de esta edición. ¡Enhorabuena, Madai!

Aquí os dejo el relato, que lo disfrutéis:

 

ENJAULADA

Con miedo, ella se colocó frente al espejo y elevó la cabeza lentamente hasta chocar con la mirada de su propio reflejo. Lo que en ese momento vio, hizo que cada parte de su ser se rompiera en miles y miles de pedazos. Pedazos tan pequeños que serían difíciles de reconstruir.

Lo que más llamaba la atención en su frágil cuerpo eran las infinitas heridas que tenía prácticamente tatuadas en su piel. Sus dedos las rozaron mientras los recuerdos se instalaban en su cabeza, como si se tratara de una película nada agradable que tenía obligada a ver.

Sacó su estuche de maquillaje y empezó a tapar cada hematoma, lo cual no le fue difícil, ya que las veces que lo había tenido que hacer eran incontables. Los ojos que en un pasado desprendían luz y alegría, ahora estaban vacíos, como si la mismísima muerte les hubiera arrebatado el alma.

Ella solo respiraba, lo que significaba que vivía, que su cuerpo estaba en funcionamiento, pero mentalmente ella ya había muerto hacía mucho tiempo.

Ya no sabía qué hacer. El miedo a denunciar a este individuo la paralizaba por completo. Su familia se había alejado de ella, o mejor dicho, él la había alejado de su familia. La palabra “salida” no estaba en su vocabulario. Su vida en ese momento era como el laberinto que tuvo que construir Dédalo, solo que ella no podía volar, ya no. Él, ese hombre al que creyó amar, le había arrancado cada pluma de sus alas sin piedad alguna. Y todo para que no se fuera, para que no emprendiera su vuelo.

Ella para él se había convertido en un pequeño pajarito. Un pajarito que ya ni siquiera sabía cantar…