Con el objetivo de conocer la naturaleza de las sierras exteriores pirenaicas, los alumnos matriculados en Biología y Geología de 1º de bachillerato, junto con su profesor (el mismo que propuso esta loca aventura), se dirigieron a Riglos el pasado 14 de mayo.
Nuestro medio de transporte iba a ser el vetusto y entrañable Canfranero, por lo que no hubo más remedio que ajustarse al horario establecido y subirse al tren a las 6:30 de la mañana.
Una vez acomodados en el único vagón y comprobando que el servicio era de facto privado, pues los 13 integrantes del grupo íbamos a ser los únicos pasajeros, nos dispusimos a disfrutar de la hora y media del trayecto al apeadero de Riglos.
Las sierras exteriores constituyen la unidad fisiográfica que cierra los Pirineos por el sur, antes de que comiencen las llanuras de la depresión del Ebro. Esta es la razón por la que se pueden considerar la puerta de entrada a nuestra cordillera. En este lugar de contacto de las montañas con la llanura, se ubican los conocidos mallos de Riglos, cuyos rojizos conglomerados contrastan con las tonalidades grises de las calizas de las montañas situadas detrás.
A lo largo del recorrido circular en torno a los mallos, se pudo estudiar la flora del piso basal pirenaico, formado por un matorral mediterráneo en que abunda la coscoja, el romero, la sabina blanca y el enebro de la miera. Tomillos y jarillas en flor adornaban la superficie de este ecosistema.
Más arriba, hacia los 1000 m de altitud, la vegetación se hace más montana, aunque mantiene su carácter mediterráneo, caracterizado por su amplia sequía estival. Encontramos ya bosques de carrascas, con boj, enebro y abundantes flores de chunqueta y saponaria.
Los mallos de Riglos, al igual que otros mallos de la región (como los de Agüero o de Murillo) se originaron a partir de grandes abanicos aluviales procedentes de la erosión de la cordillera Pirenaica recién emergida (hace unos 30 millones de años). Esos sedimentos consolidaron para formar el conglomerado de estas formaciones, con un espesor de hasta 250 m.
La posterior erosión de los conglomerados a lo largo de las líneas de fractura (de orientación vertical) ha formado este relieve en torreones, que se conocen como mallos.
El Mirador de Bentuso nos permite apreciar el relieve de los mallos, la discordancia entre las calizas y los conglomerados, y el río Gállego encajado entre campos de olivos y almendros.
Terminamos nuestro recorrido bajando por un pequeño valle de gran pendiente y frondosa vegetación, situado entre los mallos Pisón y Firé.
La jornada había sido muy calurosa, especialmente al salir el sol de entre las nubes. Por ello, una parada obligatoria fue en el bar “El Puro”, denominado así por la formación rocosa situada a la derecha del mallo Pisón, y codiciado objetivo de los escaladores.
Con esta salida, nuestros alumnos completan una trilogía de excursiones dirigida a conocer todas las unidades geológicas y todos los pisos ecológicos de los Pirineos, junto con las actividades realizadas el mes de octubre en Astún y el curso pasado en el Monte Oroel.