CONTRA EL ACOSO ESCOLAR

Hace unos días publicábamos en este blog una entrada con los carteles de 4º de ESO contra el bullying. Hoy, una alumna de 1º de ESO (que prefiere mantenerse en el anonimato) nos ofrece este pequeño relato que tiene el mismo tema. Felicitamos a esta joven escritora tan prometedora y esperamos que nos envíe más relatos.

DECIR ADIÓS

 Era un día como otro cualquiera.
Mentira.
Era el día en el que, teóricamente, teníamos que hacernos “mayores”, porque pasábamos al instituto.
Lo que he dicho, “teóricamente” porque de verdad fue poner un pie en mi clase y ver a un grupo lanzando avioncitos de papel, a otro que estaba jugando al pilla-pilla por clase, y el último grupo (de chicas) que miraban alrededor y comentaban “ese es muy feo”, “ese es demasiado infantil”, o “ese es el mejor, me casaré con él y tendré tres hijos”.
Como lo ves, cada uno tiene sus prioridades. Unos, inmediatamente, los bauticé como “los infantiloides”; a otros “los sprinters”; y las últimas, “las GPS” porque, lo siento mucho por ellas, eran unas busconas.
– Hola, ¿eres nueva? –me dice un chico bajito y bastante (muy) guapo.
– Sí. ¿Y tú? – le preguntó.
– No, pero estaba en otra clase, así que con estos no hablaba.
– Ah, vale.
– Vale.
Y desde entonces somos mejores amigos.
– ¡A ver! Sentaos como queráis, pero no habléis.
Me siento corriendo al lado de Mikel (su nombre) y al lado de la ventana.
– Bien, me llamo Imke, y soy vuestra tutora…
No escucho…
Es un don que tengo desde siempre.
Unos meses después sigo igual.
“No puedo seguir así, no puedo, no puedo, no puedo, tengo que conseguir la forma de no volver aquí”
– ¡Ane! ¡Te estoy hablando!
– Perdón, Imke, estaba pensando.
– Pues piensas mucho, ¿quieres hablar de algo?
– No, no, estoy bien.
– ¿Segura?
– Segura.
Le hago un gesto a Mikel para que sepa que tenemos que hablar después.
Ya en el patio.
– A ver, Ane, cuéntame.
– Pues mira, llevo más de un mes intentando encajar, y le sigo cayendo mal a la gente, ya no sé qué más puedo hacer, no encajo. Se burlan de mí… y…
Y rompo a llorar
– Venga, Ane, no pasa, que todo irá bien.
– Es que no aguanto más y el día menos pensado hago una locura y..
– No, no harás nada, ¿vale? Vas a estar bien
Al día siguiente, no voy al instituto, ni al siguiente, ni al otro. Me llegan un montón de whatsapp de Mikel, pero no le contesto. Leo uno:
“ANE, ESPERO QUE ESTÉS BIEN Y QUE NO HAYAS HECHO NINGUNA LOCURA. DE VERDAD, CUÉNTAME QUÉ TE PASA, QUE VOY AHORA Y TE CONSUELO”
Otro:
“ANE, CONTÉSTAME, EN SERIO, ME ESTOY PREOCUPANDO”.
Así que al día siguiente, voy al instituto, último día aunque nadie, ni siquiera mis padres lo saben.
– Hey, Ane, por fin, me tenías preocupado – me mira un momento y pregunta: -¿Estás bien?
– Sí, sí, tengo sueño…eso es todo.
Qué mentirosa soy.
– No irás a hacer alguna locura, ¿verdad?
Me conoce demasiado bien.
– Sí, voy a dejar de venir, de una forma rápida.
– No, no, no, no, no no. No me dejes Ane, por favor, te necesito. En serio, eres la mejor persona que he conocido, por favor.
Y oye, me convence.
– Vale.
Pero un rato después, me vuelve a insultar, se ríen de mí y vuelvo a deprimirme.
Al llegar a casa, como de costumbre, no hay nadie. Y pienso: “AHORA”.
Pero llaman a casa.
– ¿Dígame?
– Ane, ¿estás bien? He visto cómo, bueno…ya sabes.
– No, estoy mal, muy mal. Adiós Mikel, no me olvides.
– ¡Ane! ¡No! Voy a ir ahora a tu casa.
Pero yo ya he colgado.
Cojo todas las pastillas, lleno un vaso y me las trago.
Subo a mi cuarto (no sé cómo) y me tumbo en la cama. La nota de suicidio está en mi mesa.
Lo último que oigo es la puerta abrirse, y a Mikel gritar:
¡ANEEEEEE!