El pasado viernes los alumnos de 1º de Diversificación despidieron a un compañero que, por los avatares de la vida, se va a vivir a otra ciudad. Entre exámenes y prisas quisieron hacerle una pequeña fiesta. Globos de colores en el aula, las bolsas para un picoteo, un regalo de parte de todos. Rápido, rápido, que ya se va. Es el último día. El último examen. Lo vemos, subiendo por las escaleras, con el libro de Tecnología abierto todavía.
Y ya está. Lunes, el asiento vacío, la nostalgia de sus compañeros.
Y así lo vemos irse, a empezar una nueva etapa de su vida, en otro lugar.
Al igual que sus compañeros, le deseamos lo mejor. ¡Buen camino, Alejandro! ¡Queda tanto por vivir a vuestra edad!
Y así, se me viene a la mente la sensación de que las personas dejamos de estar en un lugar, como ese clic de “disolver” y “aceptar”, pero siempre queda la huella de su paso, que se nos representa en el momento más inesperado, en cualquier pequeño detalle. Cuesta decir adiós, a un compañero, a un alumno, a un conserje, a cualquiera que, en el día a día, te hace un poco más fácil este trabajo. Solo queda decir “que te vaya bien”, “cuídate mucho”, “que tengas suerte”. Lo decimos de corazón. ¡Hasta siempre!
Y así, se me viene a la mente la sensación de que las personas dejamos de estar en un lugar, como ese clic de “disolver” y “aceptar”, pero siempre queda la huella de su paso, que se nos representa en el momento más inesperado, en cualquier pequeño detalle. Cuesta decir adiós, a un compañero, a un alumno, a un conserje, a cualquiera que, en el día a día, te hace un poco más fácil este trabajo. Solo queda decir “que te vaya bien”, “cuídate mucho”, “que tengas suerte”. Lo decimos de corazón. ¡Hasta siempre!