¡Felicidades a todos los participantes en el concurso de microrrelatos! Aunque solo puede haber dos ganadores, para O Choben todos habéis merecido el premio por vuestra ilusión y laboriosidad. Os dejamos una muestra de ellos.
Primer Viernes de mayo, corre el piojo y el verano.
Fui un piojo muy afortunado, vivía en la cabeza del rey moro. Un viernes de mayo las tropas y el rey se prepararon, montaron a caballo y se dirigieron a Jaca, donde esperaba una multitud armada hasta los dientes.
Vi un montón de espadas luchando, vi sangre, muertos… y a lo lejos un ejercito de refuerzos… ¿Eran bravas jacetanas?¡Estábamos perdidos!
Un cristiano enorme y fiero, galopó hacia nosotros y le cortó la cabeza. Sentí como caíamos sobre la verde pradera.
Cuando todo acabó clavaron la cabeza en una lanza y todo el mundo gritó y festejó la victoria.
Me sentí perdedor, en esa cabeza inerte ya no hacia nada, así que di un salto y me uní a la pandilla de piojos de Aznar Galíndez donde terminamos felices en su sudorosa y victoriosa cabeza.
Mariano Mur Serrano 2º ESO D
Mi viaje
He hecho un viaje a España desde Colombia, llevo dos horas en el aeropuerto de Barajas. Mis padres me llevan a un pueblo situado en el norte de España llamado Jaca, es un 5 de mayo, un viernes. Llegué a las 10 de la mañana, era un pueblo rodeado de montañas y muy bonito, vi muchas banderas, había mucha gente y olía a comida, pero también a sangre, parecía todo muy raro, estaban desfilando por las calles. Pregunté a la gente que qué era lo que ocurría y me dijeron que acababan de ganar una guerra entre los cristianos y los moros. Estoy rodeada de hombres, mujeres, y niños agotados pero a la vez muy contentos, hay algo extraño en sus ropas y su forma de hablar: entonces me doy cuenta de que estoy en plena Edad Media. ¿He atravesado el Atlántico o he viajado en el tiempo?
Valentina Velasco Báez 1º A (PAB)
Acróstico
Arriba, justo allí en el estante es donde vi por última vez la mosca. Fue entonces cuando se tornaron
bravos mis nervios ante la falta de inspiración… ¿Cómo comienzo yo el microrrelato? Mientras tanto
jacetanos y jacetanas pasean por las calles y yo aquí sentada, con el papel en blanco…
¡corred, venid pronto! Exclamo a mis ganas de terminar tan dura tarea. Comienza la lluvia de ideas.
Prestos me invaden los recuerdos de, sin lugar a duda, el día más importante para la ciudad de Jaca.
A media hora de cenar y aún no tengo escrito nada. ¿Cómo es posible? Tambores, petardos, claveles.
La paciencia se me agota. Justo cuando voy a desistir me doy cuenta de que ya he terminado y la
pelea conmigo misma ya no tiene ningún sentido.
Tantos quebraderos de cabeza habían merecido la pena. Seguramente estarás pensado que nada he contado y que he pecado de holgazanería, pero para que puedas comprenderlo deberás leer la primera palabra de cada dos líneas. (De “cada linea” en el original)
Ana Osés 2ºBachillerato A
Para mi sorpresa
Era viernes de mayo y como todos los años fui a ver el desfile con mis padres; pero para mi sorpresa esta vez el conde Aznar ya no era mi tío Alfonso.
Paula Lasala Betés 1º ESO A
Y la luz se hizo
Era un bonito día de primavera. Peregrinaba con mi padre hacia Santiago cuando llegamos a lo que parecía poco más que una aldea fortificada. Se notaba la festividad en el aire, la gente lucía sus mejores trajes y sus mejores sonrisas, pero lo que más me impresionó fue la gran catedral que se alzaba ante nosotros, en la que se podía divisar la figura de una anciana arrugada y pequeña bajo un enorme arco. No pude evitar soltarme de mi padre y acercarme.
-¿Qué se celebra? – Le pregunté a la anciana
-El triunfo de una gran batalla- Respondió mientras señalaba con su dedo huesudo la puerta de la catedral
Miramos, y un sentimiento de paz nos embargó al contemplar la belleza del crismón, la delicadeza de la talla de piedra, sus magníficos colores… Sí, la luz había ganado a la oscuridad… ¡Apetecía unirse a la fiesta, cantar y bailar!
Sara Becerro Kegel 2º ESO D
Siglo XIX – Ocupación francesa
María no se atrevía preguntarle a su madre si desfilarían ese día. Temía que su madre le dijera que sí. Temía por su propia vida. En esta época nadie sabía qué iba a ocurrir. ¿Vendrán noticias de victoria o acabaría el día en desgracia? No se sabía.
María oyó un grito seguido de una súplica. Resonó un disparo y todo se quedó en silencio.
Un rato más tarde, María miro el reloj. Las 7:10. Tenía que ir a prepararse. Suspiró. Subiendo las escaleras sintió el enfado apoderarse de ella. ¡Odiaba a los franceses y ella era una cobarde! Se hizo la solemne promesa de desfilar como nunca. Con valentía. Gritaría a pleno pulmón el himno de Jaca. Quizás, solo quizás, su padre la oiría y le daría fuerza para seguir luchando.
Raquel Hijano Ross 1º ESO C
Tejo el viejo
Estamos sumidos en un profundo sueño. Presentes, como silenciosos guardianes: moviendo nuestras hojas, oyendo, sintiendo,… También podemos despertamos: pensar.
Me desperté en ese día preciso como cada año anterior. Hoy era el Primer Viernes de Mayo, y es cuando los humanos de Jaca son inexplicablemente ruidosos. ¡Se les oye por todo el valle! Según me ha contado la Vieja Encina, que cuando despierta no hay quien la haga callar, los humanos celebran su victoriosa batalla. Hablan de miles de caballeros, de fieros guerreros, de valientes mujeres, … ¡Si ellos supieran! En verdad, la Vieja Encina tiene muchos años, pero no tantos como yo. Soy el único que estuvo presente aquel día y aún vive: soy el Gran Tejo. A la Vieja Encina le encantaría conocer la verdad, pero no será hoy. Quizás cuando despierte el próximo Viernes De Mayo, si sigo vivo… ¡y si no interrumpe con chismorreos del Sauce Llorón!
Irene Molina Fajo 2º ESOD
La joven mora
-No puedo aceptarlo, padre.-Dije rechazando la bolsa de cuero repleta de sueldos jaqueses que me ofrecía el señor obispo.
-¡No es una petición, ingrato!- Me gritó para hacerse oír por encima de las voces que celebraban la victoria jaquesa un año más.
Acepté de mala gana el dinero y arrastré el cuerpo inerte de la joven mora sin poder apartar la vista del terror que reflejaban sus ojos. La coloqué entre las piedras de la fachada principal mientras las lágrimas surcaban mis mejillas. Con la ayuda del obispo, conseguí tapiar la pared, y con ella su cuerpo, con una enorme piedra traída de la cantera.
Nada más acabar, y en cuanto el padre se dio la vuelta, saqué mi navaja e hice una cruz en la piedra, tanto para señalar dónde se encontraba el cuerpo de la pobre chica como para recordar la atrocidad que acababa de cometer. Esto me perseguiría toda la vida.
Patricia Pueyo Guillén 1º ESO A